VIA CRUCIS

AL EMPEZAR EL VIA CRUCIS

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos,
Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo. AMEN.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, me pesa de
todo corazón haber pecado, porque he merecido el infierno y
he perdido el Cielo; y sobre todo, porque te ofendí a Ti, que
eres tan bueno y que tanto me amas, y a quien yo quiero amar
sobre todos las cosas. Propongo firmemente, con tu gracia,
enmendarme y evitar las ocasiones próximas de pecado,
confesarme y cumplir la penitencia. Confío me perdonarás
por tu infinita misericordia. AMEN.
Sufriendo y muriendo en la Cruz, Jesús nos dio la prueba más
grande de su amor. Recorriendo estas estaciones del VIA
CRUCIS, iremos meditando sobre nuestros pecados, que
fueron la causa de la muerte de Cristo, y al mismo tiempo nos
preguntaremos: ¿Qué hacemos para que la Sangre de Cristo
no sea desperdiciada? ¿Cuánta gente hay todavía que no
conoce a Cristo y no lo ama? ¿Qué puedo hacer yo para que
se acerquen más a Jesús, que sufrió tanto para salvarnos?
«No existe amor más grande que dar la vida
por los amigos» (Jn 15,13).

I ESTACION
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Ya el profeta Isaías lo había anunciado: « ¿Quién podrá creer
esta noticia? No tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos
en él. Despreciado y tenido como la basura de los hombres,
hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento. Ha sido
tratado como culpable a causa de nuestras rebeldías y aplastado
por nuestros pecados. El soportó el castigo que nos trae la paz
y por sus llagas hemos sido sanados. Sin embargo, eran
nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los
que le pesaban. FUE DETENIDO Y ENJUICIADO injustamente
y herido de muerte por los crímenes de su pueblo» (Is 53,1-8).
Nosotros somos aquel pueblo por el que Cristo fue condenado
a muerte. Cristo aceptó ser NUESTRO REPRESENTANTE
delante del Padre y pagar por nuestros pecados. La condena
de Pilato tenía que recaer sobre cada uno de nosotros.

OREMOS
Señor Jesús, gracias por habernos amado tanto. Ten piedad
de nosotros. Ayúdanos a conocer nuestros pecados, que han
sido la causa de tu condenación a muerte.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.


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